Las plazas son un elemento fundamental de la ciudad moderna, que empieza a definirse en Grecia y se desarrolla en el Renacimiento. Por María Cristina de Carías y César Iván Feris Iglesias
La plaza es un
elemento urbano que comienza a definirse en la antigua Grecia. El Ágora
era el espacio público en donde se reunían los ciudadanos a discutir
sobre política, economía, guerras, filosofía y religión.
En la Europa medieval con el desarrollo
paulatino del urbanismo, la plaza fue uno de los puntos centrales de la
vida urbana; alrededor de la cual se levantaron los ayuntamientos,
palacios de gobierno, iglesias o catedrales, dependiendo del momento
histórico.
A medida que se desarrollaron las ciudades,
aparecieron plazas secundarias, destinadas al encuentro de la comunidad y
al desarrollo de actividades comerciales. Aunque en el entorno de las
plazas podían existir locales dedicados al comercio permanente, una o
más veces a la semana, se desarrollaban actividades comerciales en la
misma plaza, en donde se vendían artículos agrícolas, animales y objetos
artesanales en puestos que se desmontaban al caer la noche.
En
estas plazas también se erigieron monumentos conmemorativos de hechos
históricos o en honor a héroes nacionales, así como imágenes religiosas,
dependiendo de la cultura o de la región. Durante el Renacimiento y en
épocas posteriores, la nueva urbanística diseñada racionalmente sobre
la mesa del artista arquitecto, dedicó a la plaza el lugar central desde
el cual se desarrolla la ciudad, reconociendo su importancia y su larga
tradición.
Esta plaza central, notablemente de mayor dimensión que
cualquier otra que apareciera en el tejido urbano recibía las
edificaciones en donde se desarrollaban las funciones de dirección y
manejo de la ciudad: la iglesia, el ayuntamiento y el palacio de
gobierno del sistema político imperante.
Las plazas en general
mantienen en todas las épocas la función primordial de encuentro de los
ciudadanos, así como su papel de sede de los principales eventos
populares que pudieron ser celebrados anualmente o de vez en cuando.
Ejemplo de lo primero era la celebración de ferias y procesiones y, en
el segundo caso, la presentación de eventos artísticos de juglares,
contadores de historias o compañías de cómicos itinerantes. También se
utilizaban para congregar la multitud a escuchar algún evangelizador o
predicador, en fin, que había muchos motivos para congregar al pueblo en
la plaza.
En la ciudad de Santo Domingo a pesar de haber sido
diseñada de acuerdo con el más moderno pensamiento renacentista,
ordenadamente, en forma de damero, se levanta la plaza central, hoy
parque Colón, con solo dos funciones direccionales a su alrededor,
ayuntamiento y catedral, dejando fuera de manera razonada, el palacio de
gobierno y las funciones de sede del mercado, el que se desarrolló en
otro punto de la ciudad.
El parque o plaza Colón contiene en su
lado oeste, el edificio del Ayuntamiento, y en su lado sur, la Catedral.
Hoy en día, en el centro de la plaza se encuentra el monumento al
descubridor Cristóbal Colón.
El primer virrey Don Diego Colón,
hijo del Almirante, levantó el Alcázar, retirado de la plaza central,
creando para sí una nueva plaza alineada con las dependencias de su
servicio, dentro del recinto amurallado de su palacio.
Sin embargo, muy
cerca, desde el punto de vista urbanístico, existía una pequeña plaza
llamada del Contador, justo en donde se levanta hoy el palacio de
telecomunicaciones, en donde se celebraba el mercado de la ciudad,
varias veces a la semana.
Frente al conjunto de la iglesia y
convento de los padres Dominicos, existió una plaza dedicada a la
celebración de corridas de toros eventuales.
Por esta razón, entre los
soportes de la gran espadaña del lado norte de la iglesia de Santo
Domingo, existe un balcón o palco, desde donde los religiosos
contemplaban las corridas taurinas.
Hoy en día este espacio es el parque
Duarte, en medio del cual se levanta la estatua del padre de la Patria,
Juan Pablo Duarte.
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